domingo, marzo 15, 2009

La memoria


















Suena a lo lejos Rachmaninov, al final del pasillo. He ido apagando las luces hasta llegar aquí. Dejé encendida una en el salón, para que el piano no fuera tibio masaje de almas vacías. Tuviera un resplandor, un espejo, una supuesta mirada.

Estoy cansado, se me cierran los ojos. Hoy he vivido en un mundo entreabierto. De blancos y negros, de recuerdos. Yo recuerdo que me agarraste el corazón con tres palabras una suave noche de verano. Y tú recuerdas otras palabras tiernas mi presencia tierna nuestra historia tierna en un tiempo impreciso. Lo guardas en un poema no marchito, en la fotografía de un instante que se hace eterna. Y yo lo guardaba en el olvido, en una estación de tren abandonada, en una muralla de piedras conquistada por extintos reinos.

Te dejé en un nuevo portal. Y pasé de soslayo por el pasado, qué fugaz fue y qué eterno lo siento hoy. Volví a casa lentamente, en un nuevo camino, recreando nuevas sensaciones. Soñando con ojos abiertos y recordando mis ojos cerrados. Cuando todo era noche y sepia, la brisa no era de mar, la velocidad era siempre tiempo detenido y tus manos jugaban a ser intensos adagios para mi inspiración. Inspiración espuria, tormento temprano, macedonia de metáforas.

Tú guardas un poema y yo un frágil diario de sensaciones.

Devuélvemelo. O muéstrame tus manos. Que sepa que vienen impías, que pueda arañar la niebla y del fondo sólo salgas tú. Sin sombras. Que pueda cruzar tu umbral y no se rompan murallas. Y si caemos, no caigamos más sobre el pasado. Escríbelo: creemos. O inventemos.