sábado, abril 17, 2010

A M A














Al principio, hicimos juntos el café, al alba, en la mañana. Ella leía.

Más tarde, con el café en la mano, besaba mi frente dormida y se iba, presurosa, a trabajar. Yo escuchaba sus pasos perdidos por las escaleras.

Ahora, ya no tengo cafetera.