lunes, julio 16, 2007

Las mismas lágrimas













Qué silencio, parece que nadie habita este pueblo. Todo es más fácil si pienso que nadie me escucha, que nadie lee estas letras. Que salgo a la ventana, y no hay nadie. Que abro la puerta y no hay eco y la sombra tras la esquina, es mi propia sombra.

Asumo que es así. Y las luces se tornan más íntimas, más oscuras. Lloro en el final de cualquier película y recuerdo que hace dos años eran, quizá, las mismas lágrimas. Espesas, añejas, tristes, perennes. Se deslizan lentamente sobre mis dedos, mientras escribo. Se posan con rudeza sobre mis pies, cuando camino. Emergen profundas tras mis párpados absortos, cuando mantengo la mirada en un pasado imborrable. El que no se marcha cuando cede la luz en el túnel, el que no cruza el puente, el que no se ahoga cuando me hundo ni fenece entre los restos anónimos de un avión estrellado.

Qué silencio, nadie habita este pueblo. Ni el país, ni yo mismo me habito. Qué soledad, qué ausencia, qué tristeza. Salgo a la ventana y las sombras caminan como espectros sobre sí mismas. Sobre las lágrimas que caen del balcón al asfalto. Espesas, bruñidas. Como el pasado, que no viaja, que no muere, que regresa... que habita conmigo este espacio incólume de recuerdos marchitos. Y se mueve solo, deslizando, negro sobre negro, las imágenes de mi memoria escrita. Como estas letras, que nadie lee. Que quizá un día, hace tanto... ya escribí. Y nunca olvidé.

miércoles, julio 04, 2007

Tu quietud, vigía



















Busco en el silencio de una noche sin luces la sonrisa de una imagen que curva. Busco en sonidos de mundos dispersos la cercanía de una hoja que vuela. Busco en aviones de viajes sinuosos el asiento que terse tus labios. La espalda que apoye mis sueños. El ritmo que paralice… mi mirada perdida. Busco crear y contradecir en la misma creación. Busco encontrar y poder mentir sobre lo encontrado. La libertad de ser. El espacio para mirar. El tiempo infinito para ir y no volver. Y volver cuando nunca has ido.

Busco caminar sobre imágenes y letras. Y no tener que decir verdades. Tu cuerpo sobre el mío, mi mundo entrelazado en tus manos. Mi espacio invisible a tu lado. La luz, que alumbra tu inocente tristeza. Estás callada, dormida, muerta, ahíta, cansada, reflexiva, aislada, ausente. Muda. Estás dentro de ti y sobre ti, nada. Yo. Callado. Muerto. Ausente. Sobre ti. Sobre ti la pesada losa, sobre mí la muralla de sueños. La sábana, cómplice; tu quietud, vigía.

(Tus pensamientos, mis ojos furtivos).

Busco callar y robar al pasado todos mis secretos. Coger papel, inmortalizarte. Dibujarte dormida. Callar, mudar. Y viajar… para no volver… sobre ti… jamás.