El misterio siempre se divisa lejos. A lo lejos. Es de noche. El cielo es una pared oscura. Bajo él, silencio. Las aceras están vacías. Las estrellas, ausentes. Los cuerpos dormidos. Cada uno de los relojes de mi casa marcan sin cesar el tiempo incólume de la madrugada. Todo está en mi mente, la interpretación de mis ojos. De tu mirada. Salgo a la terraza. Vislumbro mi otro yo, el que sufre, el que calla, el que seca la sal de su rostro, el que duda, el que cierra abre y cierra los ojos y nada ve. El que escribe. Salgo a la terraza y la oscuridad sigue siendo tenebrosa. Ese cielo negro que parece que cae. Esta pared de fusilamiento, de cuadros imperfectos. A lo lejos, justo a lo lejos, una tibia luz sobre la ventana. El misterio. Y el reflejo. La salida. O no.