La voz callada
El cansancio abruma los párpados de letras. El folio se deshace en mis manos, esparciendo leyes y dogmas entre alfombras y sábanas húmedas. La pared se estrecha y alcanza a la tenue luz, que resistía emergida en su incansable estela. Mis dedos se acolchan sobre suaves teclas, que responden con impulsos musicales los terremotos de sirenas que silban más allá de la ventana.
El cansancio tercia mi mundo de rígido a tapiz. Un tapiz lleno de colores y curvas sinuosas, pies gigantes y cuerpos abrazados a otros cuerpos gélidos. El ordenador sonríe mientras camina y la cama se hace grande, y más grande, y más grande… Creo (sólo creo) que sobreviene, como la pena, el sueño. La pena de no poder dormir más y olvidar que a este amanecer… le quedan sólo doce segundos de oscuridad. La de tus párpados cuando giran alrededor de mis mudos pensamientos. Y encuentran en mi nada, la voz callada más sombría.